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 Aymeric Leroy - La Escuala de Canterbury - El Chamberlin - N° 18 - Noviembre 2016








AYMERIC LEROY
LA ESCUELA DE CANTERBURY



L'ECOLE DE CANTERBURY -
AYMERIC LEROY - Le mot et le reste
.
Marsella (France), 2016.
ISBN 9782360541973.
736 Paginas. 33 Euros.
lemotetlereste.com

Un libro, o mas bien una biblia, como algunos quieren llamarlo ya. Si quieres conocer todo sobre este movimiento musical britânico nacido en esta pequeña ciudad de Kent, en el extremo sudeste de Inglaterra, sobre el rio Stour, a 86,4 kilómetros de Londres, tienes dos posibles direcciones: la de Éditions Le Mot et Le Reste, o la de su autor, un apasionado de nombre Aymeric Leroy...


El Chamberlin. ¿Cuàndo y por qué has tenido la idea de este libro?

Aymeric Leroy. La idea de hacer un libro sobre este tema nació a principios de 1999, y yo pienso que venía impuesto mes por la acumulación de matérial, tanto en el marco de mi sitio Calyx desde 1996, como en el de la revista Big Bang (1), desde 1993. Pensar en pasar del ejercicio de la crónica a un libro me parece, con la distancia, presuntuoso; pero, por ingenuidad más que por pretensión. Yo imaginaba que una vez reunido el matérial, el libro nacería por si mismo, un poco como por magia. Evidentemente, no hay nada de eso. Durante dos o très años, me he dedicado a la búsqueda en bibliotecas, examinando cuidadosamente la prensa musical francesa y extranjera, y entrevistando a mucha gente. Así he podido compenser la falta de informaciones de determinados grupos o ciertos périodos y encontrarme en posición de abordarlos con el nivel del detalle que me parecia justificado para cada uno, sin tener en cuenta una jerarquía basada en la notoriedad o el éxito.
En 2003, con el fin de obtener una subvención del Centre National du Livre, finalicé un capîtulo y una propuesta del sumario, pero en realidad la estructura evolucionó considerablemente más adelante. La idea de una división por fechas en forma de agenda no se impuso hasta bastante tarde. Al principio, pensaba proponer capítulos tratando cada uno de un grupo, o de un período de un grupo, pero eso no funcionaba, y estoy contento de haber encontrado esta solución que me parece mucho mejor.

El Chamberlin. Intentas justificar el principio de este libro la denominación "Escuela de Canterbury". Es cierto que este término invita a hablar de Soft Machine o Caravan, pero ¿por qué, en tu opinión, era necesario que se llegara a admitir esta noción de una vez por todas?

Aymeric Leroy. No quiero dar una importancia excesiva a lo que no deja de ser un obligado ejercicio de estilo para justificar la existencia de semejante obra y su titulo. Definir el estilo Canerbury no es en sí una postura de calidad artística, sino simplemente la localización de un centro de gravedad estilística, que explica por ejemplo que yo hable más de Hatfield and the North que de Gong, aun cuando este último merecerîa seguramente por si mismo un libro aparte. Sin embargo, este ejercicio de estilo no me parece del todo banal, en la medida en que permite a pesar de todo explicar lo que esta música haya podido tener de original, de novedosa y de única en el paisaje musical de su tiempo. Con evidentemente una preferencia personal aunque nada exclusiva. Soy consciente que las músicas que me gustan no son forzosamente aquellas que tuvieron una mayor resonancia en su época, y al contrario. No se trata pues de que yo diga lo que es injusto de este estilo -aquí no se conoció un éxito mayor de público, crítica o comercial-.

La definiciôn que yo propongo mezcla elementos de fondo (un colorido jazzy, un gusto por las métricas impares y cambiantes, textos absurdos o auto referenciales) y de forma (el órgano saturado, la discreción o la ausencia de guitarras, una forma de cantar anti-teatral) no reclama ser una verdad demostrada. Por eso, no es completamente objetiva. Está, creo, alimentada de todo aquello que yo he podido leer o escuchar sobre el tema, tanto músicos como periodistas o simples oyentes. Dudo que los primeros tengan que reconocerse forzosamente, pero espero el beneplácito de los últimos. Después de todo, es la conciencia popular quien tiene la última palabra para légitimar tal o cual denominación como dar nombre a una corriente artística. En cierta medida, no hago más que ratificar, en lo teorizante de una manera más amplia, lo que la posteridad de aquí en adelante tenía reservado a esta música.

El Chamberlin. Para encontrar todos estos detalles fue necesario la colaboración de los músicos, sobre todo para Soft Machine, con esas diversas versiones de las mismas piezas. ¿De qué manera lo hicieron personas como Hugh Hopper, Richard Sinclair o Robert Wyatt?



  Aymeric Leroy

Aymerïc Leroy. Todos se han mostrado muy colaboradores, pero evidentemente en el caso de Robert Wyatt su reticencia es bien conocida al abordar el periodo de Soft Machine. Desde mi principal entrevista con él, en 2001, no he dejado de utilizar estrategias desviadas para sonsacarle algunas frases, sin gran éxito. Se ha mostrado mucho más abierto en Rock Bottom. Más recientemente, en la entrevista para el libreto de '68, le he encontrado más sereno y elocuente. A Hugh Hopper le entrevisté personalmente pero también he sido muy correspondido por correo cuando ha sido posible y ha dado muestras de una gran disponibilidad, tanto como Pip Pyle o Dave Stewart sobre todo.

Con Richard Sinclair he cruzado e intercambiado cartas con frecuencia de manera informal. Aparte de una entrevista comûn con Phïl Miller (y con Pip Pyle poco antes de su fallecimiento) en el festival Baja Prog en Méjico, en 2006; he sacado mucho de otras entrevistas, esto es a lo que he estado obligado hacer con Mïke Ratledge, que era el portavoz de Soft Machine en los años setenta, aunque apenas se mostrara deseoso de desahogarse cuando nosotros hemos llegado a cruzarnos con él.

En lo que concierne a los detalles factuales, los músicos no son siempre las mejores fuentes. No queda otra solución que hacer de ratas de bibliotecas y recuperar los testimonios. Con a veces la divina sorpresa de caer con tal o cual persona que haya tenido y conservado cuadernos de apuntes. iA veces no se está muy lejos de un trabajo de investigación policial!

El Chamberlin. El libro está prologado por Jonathan Coe, un autor muy próximo a estos músicos (sobre todo por su libro The Rotters' Club, aparecido en 2001). ¿Cómo contactas con él?

Aymeric Leroy. Yo habia leido ya Testament à l'Anglaise cuando apareció Bienvenue au club [el libro francés] en 2001. Habia descubierto su pasión por la escena de Canterbury en ese libro. En 2002, él vino a Paris para un pequeno concierto promocional del CD (9th & 13th) que él habia sacado en Tricatel. Me présenté a él después del concierto y me aseguró que conocía mi sitio Calyx, y pensaba incluso mencionarlo en la suite (The Full Cirde), cosa que finalmente él no hizo. Para la suite, nosotros nos hemos carteado con frecuencia, sobre todo en los conciertos de reforma de Hatfield and thé North, en Londres o Canterbury, como corresponsal de vez en cuando.



Cuando vino a Paris a presentar Expo 58, él mismo me propuso que queria firmar un prólogo, que yo acepté gustosamente, ante todo porque era totalmente legitimo, habiendo visto estos grupos en una época en la que yo era bien joven para interesarme, y conociendo muy bien los discos y, en ciertos casos, a los propios músicos, pero también porque su notoriedad de escritor podía atraer la atención de mi libro a un público que ignorase por completo esta música.

El Chamberlin. ¿Por qué tener que hablar de Soft Machine de cabo a rabo? Idem de Gong (sin Daevid Allen)...

Aymeric Leroy. Hay dos proyectos paralelos en este libro: el primero, por el que tengo el mayor interés, era explorar el centro de lo que yo experimento como la esencia del estilo Canterbury, que yo sitúo en alguna parte entre el Volume Two de Soft Machine y Hatfïeld and the North; el segundo era tener en cuenta las legítimas consideraciones de los lectores de un libro titulado de esta manera, y luego abordar también los grupos o los periodos no forzosamente más "canterburianos" de las formaciones más emblemáticas. En el caso de Gong, hay de sobra una paradoja, puesto que el período más "canterburiano" del grupo es sin duda el que sigue inmediatamente a la salida de Daevid Allen, dominado por Steve Hillage que venía de publicar Fish Rising.

En lo que concierne a Soft Machine, lo confieso, he ido mucho más allá de la fase "canterburiana" de su evolución musical, cuando he abandonado en el camino a ciertos músicos en sus proyectos en solitario. Así se investiga. Digamos que es el privilegio del nombre.

El Chamberlin. Describes muy bien en coda grupo el interés que ha representado (o no) en una determinada estética musical que ha marcado a muchos de nosotros en estos años fértiles que fueron los finales de los años sesenta y los años setenta. ¿Qué piensas de la influencia que estos músicos de una periferia normal de una Inglaterra en total revolución hayan podido tener sobre la culture musical europea?

Aymeric Leroy. Personas como Pierre Lattes o Jean-Pierre Lentïn (2), desgraciadamente los dos ya fallecidos, hubieran dado interesantes opiniones para reflexionar en este asunto, sobre todo en lo que respecta al cariño particular de Francia por esta música.

Más allá de una atracción general por el pop anglosajón, y británico en particular, había en la escena de Canterbury especificidades que gustaban a !os franceses: una parte intelectual, aguda, contrabalanceada por un gusto por lo absurdo y el humor. En el sentido contrario, estos músicos tenían la vista puesta menos en América que sus contemporáneos, y, luego, eran réceptivos a inventos franceses como la Patafîsica.

Hay evidentemente una parte involuntaria, también en todo esto. Robert Wyatt cuenta a menudo que sus reposiciones a veces "desfasadas" son al principio intentos de una fiel imitación de los originales; pero que, a pesar suyo, se impone su personalidad musical. La imitación está pues mal hecha, pero es precisamente eso que la convierte en un acierto. Veo algo bastante similar en la escena de Canterbury en general: una reapropiación de mósicas llegadas del extranjero, de los Estados Unidos en primer lugar, pero transfigurada por un ADN británico que estos músicos no podian quitarse de encima. Wyatt subraya a este respecto el papel de Kevin Ayers quien asumía su acento inglés sin tratar de imitar a los americanos; el mismo Ayers me explicó que él no podía elegir, que era incapaz de tener otro acento que no fuera el suyo, ¡y eso es lo que además le daba rabia!



El Chomberlin. ¿Cuál es tu posición personal con respecto a este movimiento? ¿No es de lo más asombroso que sea un francés el que haya descrito con minuciosidad esta aventura típicamente inglesa?

Aymeric Leroy. Soy consciente de lo paradójico, incluso generacional. Mi encuentro con esta música era improbable, y el hecho que yo sea conferido hasta este punto todavía más. Puede ser que yo sea la prueba que decididamente hay una afinidad muy profunda entre esta música y Francia. Difícil de decir.

En mi caso personal, es la exploración de músicas de este periodo, que me han atraído enseguida a una época [a mediados de los años ochenta] cuando lo que se escuchaba en las ondas era bastante espantoso, lo que me ha llevado primero en dirección a Inglaterra antes que Estados Unidos, y en el seno de la escena británica -digamos "progresiva" en general-, hacia sus matices más "jazzy", en este caso la escuela de Canterbury. Pero fue menos debido a la connotación jazz en sí misma que por el hecho que el abanico de estilos me parecio de lo más completo: en el Canterbury, se tiene a la vez todo lo que me interesa del progresivo, sin el aspecto conceptual un poco pesado y lo cutre de los
refritos clásicos, y esta sofisticación jazz, en el fondo (riqueza armónica, improvisación) como la forma (utilización de vientos y metales). Es una excelente síntesis de todo lo que me interesa en música.

El Chamberlin. ¿Qué piensas de las reacciones (más bien entusiastas) en internet, reacciones mayontariamente británicas?


Aymeric Leroy. De momento, a un mes tan sólo de la publicación, las reacciones son todavía parciales -es necesario darle tiempo, ¡en esta situación!- e informales, recibidas sobre todo durante algunas firmas que he hecho. Para las verdaderas crónicas, ihabrá que esperar un poco! Pero, al menos los decepcionados no tratan a herir mi sensibilidad, las respuestas son muy entusiastas. Creo que el libro tiene cualidades objetivas, que se basan en la cantidad de informaciones resueltas y con el interés de la historia contada y músicas evocadas. Mi aportación personal, critica y literaria, está menos omnipresente que en los libros precedentes, y espero que incluso aquellos que no compartan mis preferencias o no les gusten los análisis encuentren materia para contentarse -dejo mucho la palabra a los propios protagonistas, y también a mis colegas críticos de la época-. Mi objetivo es simple, es el mismo que para mis otros libros (3), y espero haberlo ejercido de nuevo: enriquecer la escucha de los discos, que quede lo esencial, revelando los secretos y el contexto en el cual han sido creados. El mejor cumplido que se me puede hacer, y lo escucho a menudo, es que mi libro invita a escuchar los discos y a descubrir en otros lo que no se había visto.

PHILIPPE RENAUD. Traducción Chema Chacón. Originalmente en la revista Improjazz# 225. Junio 2016. Cuenta con el permiso del autor de la entrevista.


(1) http://calyx.perso.neuf.fr/ y http://www.bigbangmag.com

(2) Pierre Lattes y Jean-Pierre Lentin fueron periodistas, escritores, productores en émiseras de radio y télévision francesas, tanto pûblicas como privadas, con programas relacionados preferentemente con la mûsica y la cultura en général.

(3}Pink Ftoyd (edición francesa) Le Mot et Le Reste, 2009. Rock Progressif. Le Mot et Le Reste, 2010. King Crímson (edición francesa) Le Mot et Le Reste, 2012


       
     
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